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Dunas




Said apenas lograba ver sus manos, la tormenta de arena era muy intensa, debía continuar, la provisión de agua se había agotado hacia unas horas, no podía detenerse, encontrar el oasis se convertiría en su única esperanza para sobrevivir.


La imagen del vaso de agua que dejo sobre la mesita de noche en su hotel de Marruecos, le atormentaba, jamás pensó extrañar tanto un sorbo, sus labios tenían ya la textura ictea de las escamas y el tragar saliva semejaba una tarea imposible.


El agobio del calor comenzaba a hacer estragos en su mente y en su fatigado cuerpo, cada paso que se hundía en la arena lastimaba su intención de seguir adelante. Con el más profundo recuerdo de ternura, pudo sentir la mano de Shania acariciar su mejilla, igual que aquel día en que esperaban el tren en Tanger, ese recuerdo fue suficiente, le animó a seguir adelante pero su cuerpo no pudo más y se desplomo.


Al recuperar la conciencia, advirtió que la noche estaba por caer, con la luz del sol dorando las dunas, logro ver una saliente en el horizonte, el oasis estaba a una noche de camino, debía darse prisa, si la mañana lo encontraba aún caminando no lo lograría; con dificultad se puso en pie y reinicio su travesía.


En el desierto, la noche es tan cruel como el día, el frio lastima tanto como el calor. La esperanza lo movió a llegar aun con las estrellas como compañía. La brisa que despedía el follaje lo nutrió de inmediato, sintió un arrebatado impulso por beber agua a borbotones, pero la sensatez que lo caracterizo siempre prevaleció, enjugó sus manos, refresco su cara y hasta entonces bebió.


Reconfortado improviso un pequeño campamento bajo la sombra de una palmera plumosa, se recostó y durmió diez horas con las entrañas pletóricas de dátiles.


La mañana siguiente fue tan acogedora como el verano del 2006, nada podía turbar la paz y la tranquilidad, respiro hondo y recorrió el lugar, le asombró ver tal cantidad de aves y frutos en aquel breve verdor enclavado en el desierto, recolectó algunas frutas que jamás había visto, pero su olfato le indicaba que serian buenas para comerse, lleno su botella de agua y regreso al campamento para disfrutar del modesto festín. Esa tarde decidió que esa seria su rutina y la mejor manera de recuperar las fuerzas y el vigor para los siguientes días.


Recorrer el oasis y conocer sus secretos solo le llevo diez días, en los que se había recuperado por completo, físicamente se sentía vigoroso y con la hidratación adecuada para cualquier actividad.


El día once, recolecto todo lo que pudo, moras, frutos y esos cítricos verdes que tanto disfrutó los días anteriores, aprovisiono agua, se lleno de valor, esperanza y puso su mirada nuevamente en el horizonte.


Al caer la tarde, agradeció a Dios por permitirle llegar al oasis, recogió el pequeño campamento, tomo sus provisiones y nuevamente se adentro en el desierto.


Seria una ruta mucho mas difícil, seguramente en unos días el recuerdo del oasis le atormentaría en lo más profundo de sus ser, sin embargo la idea de llegar al océano le acompañaría en cada momento.


Caminó y no volteo atrás ni un instante.

-∞-

Ivan García


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